Sofia Ruiz

Hola! Cuando un niño se resiste a seguir las rutinas, generalmente no se trata solo de falta de voluntad, sino de una señal sobre cómo está procesando las demandas externas, su necesidad de autonomía o su nivel de regulación. Más que forzarlo a cumplir, lo primero es intentar comprender qué está pasando emocionalmente cuando se distrae o se resiste: ¿está cansado, aburrido?

Para hacer la rutina más llevadera podrías ayudarte de:

1. Validar la emoción antes que corregir: reconocer su emoción (“veo que no tienes ganas ahora”) reduce la resistencia y abre la puerta a la comunicación.
2. Involucrarlo en la creación de la rutina: permitirle elegir el orden o tener pequeñas decisiones (por ejemplo, “¿prefieres cepillarte antes o después de vestirte?”) aumenta el sentido de autonomía.
3. Usar recordatorios visuales o juegos: los niños responden mejor a estímulos concretos: Un tablero con dibujos o retos con recompensas simbólicas ayudan a hacer visible el progreso.
4. Evitar que la rutina sea un campo de batalla: si se vuelve una lucha constante, se refuerza la asociación negativa. Es mejor pausar, reconectar y retomar desde la calma.
5. Reforzar lo positivo: destacar cuando sí cumple, aunque sea un pequeño avance, ayuda a que internalice la conducta desde el refuerzo, no desde la obligación.

El objetivo no es solo que cumpla una rutina, sino que aprenda a autorregularse y a encontrar sentido en lo que hace, lo que a largo plazo transforma la rutina en un hábito sostenible.

Estos síntomas pueden ser manifestaciones de ansiedad, sin embargo en la mayoría de los casos son mecanismos de defensa (estrategias de afrontamiento) del sistema nervioso: cuando la emoción es demasiado intensa y no puede procesarse, la mente “se desconecta” momentáneamente para protegerse.

Desde esta perspectiva, no necesariamente implican una causa patológica más profunda, pero sí pueden estar vinculados con dificultades para conectar con ciertas emociones o vivencias que resultan abrumadoras. En ese sentido, más que verlos como un problema en sí mismos, es importante entenderlos como una señal del cuerpo y la mente de que algo necesita ser elaborado o atendido.

Algunas estrategias que podrian ayudarte:

1. Trabajar la regulación emocional y la conexión corporal: técnicas de respiración, grounding o atención plena ayudan a anclar la sensación de realidad.
2. Explorar el trasfondo emocional: en terapia, identificar qué situaciones, pensamientos o emociones anteceden a esos episodios permite entender su función defensiva.
3. Fomentar la expresión y simbolización emocional: poner en palabras lo que antes estaba disociado o reprimido favorece la integración.
4. En terapia, comprender qué temores, exigencias o conflictos internos están sosteniendo el estado ansioso.

El objetivo del trabajo terapéutico en este caso buscaría que la persona pueda volver a las situaciones con estrategias de regulación y afrontamiento más funcionales para su diario.