Suba, Bogotá 110111
Este tema es más serio que un marrano meando... Dicen de donde vengo.
Para empezar, y a manera de contexto, déjeme y le pregunto algo: ¿Sumercé se siente como una cabra asustada con las paticas paralizadas y un dolorcito pendejo atrás del pescuezo como en la nuca? ¿O sumercé más bien es de los que prefiere estar corriendo de un lado a otro sin parar, así como el que huye de las cosas? Pues le cuento que o son parásitos o eso es un estrés mal manejado que lo tiene como una olla a presión. Es normal sentirlo y no es sano evitarlo. Es como tener un fogón encendido adentro, y nadie quiere quemarse por dentro (bueno, nunca falta el que sí).
¿Por qué el estrés a veces es tan regulimbis?
Pues, imagínese que su cuerpo es un arrume de leña. Cuando usted se estresa, esa leña es perfecta para una llamarada de estrés. Entonces el verraquito le echa candela a las carnes de ese cuerpecito lindo que tiene. Sumercé se vuelve ardiente (y no el sentido más sensual que se imagina) porque ese incendio quema todo a su paso. Le deja sin energías, exhausto, de un geniecito que ni sumercé se aguanta y hasta va y le da una maluquera. Según señorcitos que estudian este tema, el estrés crónico puede afectar nuestro sistema inmunológico y aumentar el riesgo de enfermedades como la hipertensión y la depresión. ¿Sí vio que sí es un tema serio?
Apagando el incendio
Pero no se venga abajo, no se desanime, que si usted le echa agua a un fogón, eso se apaga. ¿Cuál es el agua aquí? Hay varias maneras, pero hoy le sugiero relajarse, y no solo pensar que tiene que relajarse, sino actuar para relajarse.
¿Ha visto los gaticos que se botan al piso para tomar el sol? ¿Ha visto cómo abren y cierran las garras? ¿No? No importa, imagíneselo. Ahora, tense y relaje cada músculo, desde los dedos de los pies hasta la punta de la cabeza. Sea consciente de cada pedazo de piel que tiene, de cada músculo y nervio. Es como darle un masaje a su cuerpo con su cerebro y sin usar las manos.
También puede meditar un rato. ¿Cómo se hace eso? Siéntese en un lugar tranquilo, cierre los ojos y concéntrese en su respiración. Deje que el aire entre a su cuerpo, perciba los olores que traiga ese aire (no se haga cerca de un puesto de arepas o empanadas porque se desconcentra). Es como darle un reinicio a su cerebro. Según estudios mucho muy científicos, la meditación puede reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés.
Salga a la naturaleza y regálese una vueltica por el campo, calle, corredor o cualquier sendero en el que pueda moverse. Sienta el sol en la cara (o la lluvia, hay que dejar de satanizar el agüita) y escuche el canto de los pájaros o de los carros pitando para que pase rápido la calle. Eso sí inteligencia vial ante todo. Se va a dar cuenta que la naturaleza tiene un poder curativo increíble (sí, los edificios, tráfico y semáforos también hacen parte de la naturaleza, solo que no los hemos sabido apreciar).
Recuerde: El estrés a veces parece como una mala hierba, pero también piense si hay alguna cosa que le esté tratando de decir el cuerpo con esos dolorcitos. Con un poco de práctica, va a poder controlarlo y quizás hasta usarlo en beneficio propio. ¡Y va a estar más tranquilo que una vaca rumiando pasto bajo la sombra de una acacia!
25/11/2024